domingo, 28 de marzo de 2010



Revolución

Volví a entrar a mi casa
Y observé lo sombrío que es él;
con arrogancia y repulsión entré.

La silla se acercó a mí y con agresividad me hizo que me sentara en ella,
mientras el cinturón me tapaba la boca, para no poder gritar.
¿Por qué te olvidaste de mí?---me gritaron.
La silla me sacudió y me lanzó a la pared.

La pared me agarró de la mano y me suspendió,
me escupió a la cara y me bofeteo,
¿Por qué te olvidaste de mí, también?---me gruñó la pared,
---si, siempre he sido firme contigo.

La mesa se acercó y con sus patas tapó mi rostro,
---siempre comparto contigo y a cualquier hora lo bueno y lo malo que te sucede…y tu te olvidaste de mí---musitó y enrolló mi cabello en sus patas y me lanzó al suelo.

El suelo abrió su ojo grande y sangriento; y me miró fijamente con enojo.
---Yo que he seguido tus pisadas cada día ---me dijo---y he procurado llevarte por el camino recto, pero tú soberbia te cegó y, ahora, caminas a gatas.
El suelo se agrietó y me empezó a succionar.

Me levante rápidamente y corrí hacia la puerta,
la puerta se cerró y el cerrojo se tragó la llave.
Me di la vuelta,
miré el reloj y él se bajo de la pared,
se acercó a mí y me dijo: no te pedíamos nada…solamente que nos dedicaras un poco de tu tiempo.

Por: Isis Raquel Lainez

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